La transfiguración
Estar aquí ya es bastante,
no por que exista el gozo de la dicha
-sólo un cambio de luces en medio de la noche-,
mas porque todo aquí extrañamente nos reclama como a
sus mensajeros,
-a nosotros, más mortales que atodas las criaturas-,
como si en nuestra carne, que sabe del destino,
el mundo descubriera el llamado inefable y pidiera su transfiguración.
Así, llevando su esperanza con nosotros,
avanzamos a tientas hacia el otro reino,
al Tabor de la tierra.
Mas nosotros, ¿creemos todavía en él,
nosotros que habitamos un mundo interpretado
y no sabemos ya nuestro destino
ni el secreto decir de las criaturas;
nosotros que, olvidando la misión,
caminamos a solas con el rumbo extraviado,
como ovejas en busca de un pastor?
Mas que importa.
En nosotros pervive la infinita experiencia del amor,
una palabra pura que resuena a pesar del despojo en nuestra carne,
como resuena un fósil en la dura memoria de la roca.
Ahí el reclamo vive
y en cada abrazo, en cada mirada compasiva,
sin saberlo nosotros,
pasamos el umbral y develamos el reino,
esa transparencia de los actos,
esa correspondencia que ilumina el allá en el acá.
Así, sin saberlo, cantamos el mundo en Dios
y mostramos lo dichosas que pueden ser las cosas,
nuestras y sin pecado cómo en su ingenuidad y su dolor
se transfigura de pureza
para elevar a lo invisible
y cumplir la esperanza de su reclamo en nosotros.
Vivir, eso es bastante para habitar la tierra.
una sola primavera en el amor,
una sola basta para ser de ella
y en cada abrazo, en cada mirada compasiva,
en un ir de la mano hacia algún sitio, transidos de misterio,
llevarla con nosotros sin saberlo
hasta su transfiguración en lo invisible.
Javier Sicilia
Tríptico del desierto
Ediciones ERA
no por que exista el gozo de la dicha
-sólo un cambio de luces en medio de la noche-,
mas porque todo aquí extrañamente nos reclama como a
sus mensajeros,
-a nosotros, más mortales que atodas las criaturas-,
como si en nuestra carne, que sabe del destino,
el mundo descubriera el llamado inefable y pidiera su transfiguración.
Así, llevando su esperanza con nosotros,
avanzamos a tientas hacia el otro reino,
al Tabor de la tierra.
Mas nosotros, ¿creemos todavía en él,
nosotros que habitamos un mundo interpretado
y no sabemos ya nuestro destino
ni el secreto decir de las criaturas;
nosotros que, olvidando la misión,
caminamos a solas con el rumbo extraviado,
como ovejas en busca de un pastor?
Mas que importa.
En nosotros pervive la infinita experiencia del amor,
una palabra pura que resuena a pesar del despojo en nuestra carne,
como resuena un fósil en la dura memoria de la roca.
Ahí el reclamo vive
y en cada abrazo, en cada mirada compasiva,
sin saberlo nosotros,
pasamos el umbral y develamos el reino,
esa transparencia de los actos,
esa correspondencia que ilumina el allá en el acá.
Así, sin saberlo, cantamos el mundo en Dios
y mostramos lo dichosas que pueden ser las cosas,
nuestras y sin pecado cómo en su ingenuidad y su dolor
se transfigura de pureza
para elevar a lo invisible
y cumplir la esperanza de su reclamo en nosotros.
Vivir, eso es bastante para habitar la tierra.
una sola primavera en el amor,
una sola basta para ser de ella
y en cada abrazo, en cada mirada compasiva,
en un ir de la mano hacia algún sitio, transidos de misterio,
llevarla con nosotros sin saberlo
hasta su transfiguración en lo invisible.
Javier Sicilia
Tríptico del desierto
Ediciones ERA
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